Era
1 de mayo, nuestro vuelo desde Madrid salía a las 11:40 y llegábamos a
Florencia a las 14:00 horas. Al llegar a Florencia cogimos nuestras maletas y
nos dimos cuenta de que no estaban en buen estado. Mi maleta estaba un poco
rasgada por la parte de la tela, pero no tenía mucha importancia, sin embargo,
a mi compañera Marivi se la dieron hecha bicarbonato, estaba rota de arriba a abajo.
Desde
el aeropuerto de Florencia tuvimos que coger un tranvía para llegar a la
estación de trenes donde cogeríamos el tren a Arezzo. Ya el primer día tuvimos
el problema que más temíamos, nuestro compañero Mohamed olvidó su mochila en el
tranvía, en ella llevaba su cartera con todo su dinero, todos sus documentos y
una cámara de fotos muy bonita con la que nos íbamos a hacer las fotos. Fuimos
a la policía para ver si la habían encontrado, pero no hubo suerte. Pusimos una
denuncia y nos fuimos a Arezzo.
Al llegar Arezzo fuimos a la dirección que nos dieron, nos
estaban esperando donde iba a ser nuestra base de trabajo “Misericordia”. Estaba
en el centro de la ciudad y muy cerca de donde estaba la que iba a ser nuestra
nueva casa. Luego, nos invitaron a cenar a un bar que estaba en la última
farola de Arezzo, allí íbamos a conocer a algunos de los que iban a ser
nuestros compañeros de trabajo, sobre todo a nuestra argentina María José. Ella
sería nuestra guía en todo nuestro viaje en el cual estuvo siempre ayudando y
preocupándose de nosotros.
Después de cenar fuimos a ver el piso donde nos estaba esperando
nuestro casero. Registró nuestros nombres, pagamos 100 euros de fianza cada uno
y, al menos, nos ayudó a subir nuestras maletas al piso por unas escaleras
interminables de las que nos estaríamos acordando cada día al tener que
subirlas, para nosotros era “la subida al cielo”.
Al día siguiente teníamos que ir a la base para ver qué días
teníamos que trabajar y qué horarios teníamos. Para sorpresa de todos, vimos
que teníamos que hacer nosotros mismos, nuestros horarios, amoldándonos a los
días que había disponibles ¡¡¡Y lo peor de todo fue cuando nos dijeron que
teníamos que hacer en un mes 150 horas de prácticas cada uno!!! ¡Nuestro gozo
en un pozo! en ese momento todos esos sueños que nos hicieron creer de que
íbamos a tener muchísimo tiempo para poder viajar se nos fueron al traste.
Intentamos ver si nos podían reducir un poco las horas. Al principio no se les
veía mucho por la labor, pero finalmente pudimos regatear un par de horas de
aquí y de allá. Ya no eran 150 horas, ahora eran 132 horas. Fue un gran alivio,
ya no nos sentíamos como esclavos, solo como trabajadores sobre explotados. Nos
dijeron que nuestra jornada iba a ser de 12 horas, a nosotros eso no nos
preocupó porque nosotros en España hacemos jornadas de 24 horas. Cuando les
contamos que en cada guardia teníamos una media de 4 o 5 avisos, ellos solo se
echaron a reír diciéndonos que se iban a España a trabajar. Nosotros, inocentes,
no sabíamos porque dijeron eso hasta que entendimos el por qué.
Al día siguiente empezábamos a trabajar con ilusión. Nuestro
horario empezaba a las 08:00 de la mañana y terminaba a las 20:00 de la tarde.
Estábamos un poco nerviosos, la verdad, era un entorno nuevo que desconocíamos
y no sabíamos muy bien el idioma. Mientras transcurría nuestra guardia nos
dimos cuenta porque se rieron cuando dijimos que nosotros solo teníamos en 24
horas 4 o 5 avisos. Ellos en 12 horas tenían 9 o 10 avisos, e incluso pudimos
comprobar, más adelante días de 12 avisos. Arezzo era muy grande. Al llegar a
casa, ese primer día, volvíamos como si nos hubieran dado la paliza de nuestra
vida.
En el trabajo conocimos muchos más compañeros, algunos eran
personas muy buenas, te ayudaban con cualquier cosa, trataban de conocerte y
eran realmente amables, aunque como en todos los sitios había gente de todo,
había algunas personas que… bueno.
A la hora de trabajar se notaba que todos ellos tenían mucha
experiencia y confianza, pero a la hora de actuar… dejaban mucho que desear. Se
centraban más en la movilización que en la inmovilización, vamos que en pocas
palabas se los llevaban como sacos de patatas. En las luxaciones no todo el
mundo solía poner férula, en las fracturas de cadera más de lo mismo ¿colchón
de vacío? ¿qué es eso? en todo el mes no hemos visto usar ninguno. En
incidentes con posible lesión en las cervicales cogían el collarín y se lo
encasquetaban tal cual llevaba la medida de serie, ni medir ni leches, y si le
venía grande no lo ajustaban, cogían el pediátrico y se quedaban más anchos que
largos. Hay que decir que no todo el mundo hacía esas atrocidades, SOLO la
mayoría. Pero eso sí, aquí no se salvaba ni uno, no había aviso en el cual el
conductor no pusiese las sirenas y empezara a conducir como si fueran la máxima
autoridad saltándose todas las señales de tráfico a toda pastilla, al más puro
estilo de GTA.
A nosotros a la hora de actuar se nos dio bastante bien. Eso
sí, nuestro único miedo era que los pacientes y familiares nos empezaran a
hablar muy rápido y nosotros tuviéramos que decirles de buenas maneras (non
capisco un cazzo). Esa expresión era muy típica de ellos.
La idea de poder viajar a lugares de Italia lo veíamos misión
imposible. Con semejante cantidad de horas ya nos hacíamos a la idea de que no
iba a ser nada fácil. Pero finalmente conseguimos nuestro propósito, pudimos
visitar lugares preciosos como Florencia, con su asombrosa Basílica Catedral
Santa María del Fiore y sus hermosas vistas desde su magnífico mirador. En
Pisa, vimos su famosa Torre de Pisa, valga la redundancia, que cada vez que la
miraba estaba más inclinada. Y Roma con su hermosa Fontana di Trevi y el
imponente Coliseo Romano que impresionaba nada más verlo de lejos. Pero para mí,
la ciudad a la que más cariño le tengo es Arezzo, aunque no sea la más grande
ni la más bonita, pero fue donde conocimos a todos nuestros compañeros y amigos.
Fue donde más tiempo estuvimos y a la que pudimos llamar por un tiempo “nuestra
casa”.
Al terminar todas nuestras prácticas nos organizaron una
fiesta de despedida en la base de Misericordia. Allí cenamos todos juntos. Ellos
llevaron comida típica en Italia y nosotros llevamos nuestra famosa tortilla de
patatas que tuvo mucho éxito, hecha por nuestra gran cocinera Marivi, a la que
le debemos muchas cenas. Esa noche fue cuando dijimos nuestro último adiós a
nuestros compañeros y amigos italianos, haciéndose un hueco en nuestros
corazones, y que nunca olvidaremos.
Finalmente, nuestra vuelta a España sería más dura de lo que
pensábamos. Empezando porque nos dormimos y casi perdemos el tren hasta el
aeropuerto, y por algo más que eso, dejábamos atrás a nuestros buenos amigos y
su hermosa ciudad, Arezzo.
Nuestro vuelo salía de Florencia a las 12:20 y llegábamos a
Madrid a las 14:50 horas, finalizando nuestra aventura.
Este viaje me ha ayudado mucho en mi forma de ser, haciéndome
una persona más independiente y responsable. Nos ha mostrado a todos que hay
más posibilidades para trabajar y vivir, a parte de las que ya conocíamos en
España. Que hay gente buena y dispuesta a ayudarnos en todas partes. Ha sido
una experiencia muy enriquecedora. Nos ha encantado este viaje y estoy seguro
que en un futuro volveré a ese lugar que pude llamar “casa”.
Arrivederci Arezzo.
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